¡Hola idiotas!
Mi nombre es Humberto Dopamí.
He sido jefe durante 30 años en
una gran empresa. Nunca pensé que las personas que tenía a mi cargo pudieran ser tan sumisas, con
tanto miedo y que se arrastraran y suplicaran de esa manera.
Les he robado, mentido,
sancionado, despedido….y me siguen saludando, hablando e incluso me sonríen.
Siempre les he hecho trabajar más
tiempo de la jornada habitual sin pagárselo, les he descontado dinero de la
nómina cuando hacían algo que no era de mi gusto, les he chillado, insultado,
difamado y amenazado durante muchos años, y ni se inmutaron.
Cuando querían hacer elecciones
sindicales, yo mismo con mis mandos intermedios, organizaba las candidaturas y
se colocaban en las listas de los sindicatos que yo elegía, y en el orden que
yo les ordenaba.
Así la negociación del convenio
era hasta divertida para mí. Porque los representantes sindicales convencían a
la mayoría de que no se podía pedir mucho porque podíamos arruinar a la empresa
o que si les subían mucho el salario, no seríamos competitivos.
De esta manera, después de 30
años, mis pringaos están cobrando menos de 1.000 euros al mes. Y yo me he forrado.
Les quité la paga de beneficios,
les quité la antigüedad, les quité la dignidad y firmaron todos y cada uno de
los convenios (y eran una mierda), con la aprobación de la mayoría de los
currelas.
Bueno, la verdad es que todos no
eran unos cagaos obedientes. Me ha tocado pelear con alguna oveja descarriada, porque
los muy cabrones me denunciaban e intentaban convencer a los demás para luchar
por mejorar las condiciones salariales y sociales.
Estos cabrones que me
denunciaban, pedían autogestión, solidaridad y apoyo mutuo.
Hay que ser idiotas para pedir
eso, sabiendo que la mayoría es egoísta e insolidaria y le importa un pepino lo
que le pase al resto.
Además con el curso que
impartimos, de “difama que algo queda” casi nadie quería arrimarse a los que me
denunciaban. Logré que no tuvieran nunca el apoyo de la mayoría, e incluso que
les amenazaran sus propios compañeros por denunciar a la empresa.
Además, mis mandos intermedios
estaban bien entrenados y pagados para desarmar todo tipo de lucha.
Era muy fácil. En cuanto
prometíamos promociones, algún incentivo o enchufar a algún familiar, casi
todos comían de mi mano.
Logré crear tantas categorías que
no había dos personas que cobraran lo mismo.
Divide y vencerás. Y yo vencí.
Porque con el dinero que no les daba a los trabajadores, me dí y me estoy dando
una vida de lujo. Y la mayoría lo comprende y le parece bien.
Consejo para los demás jefes:
Poner en práctica mis métodos, porque los currelas son tan idiotas que seguirán
actuando como hasta ahora. Por un poco de pasta, una promoción o un familiar
enchufado, son capaces de perder hasta la dignidad.
Con el dinero que les quité un
mes, coloqué una placa de plata (la del principio de la carta), en la entrada de la empresa, que decía:
“Si a los demás les va mal, a mi me da igual”
“Si a mi me va bien, a los demás que les den”
VIVA EL CAPITALISMO.
¡VIVA!
no se si es una carta real, pero si es verdad que en mi experiencia de vida he encontrado ya demasiadas personas que opinan asi. Triste no¿? vivimos una degradacion de los valores eticos y del simple sentido comun.
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